martes, 31 de mayo de 2011

El loco amor

He visto marcharse a un ser muy querido. Criado con todo el amor, alimentado a diario y observado de cerca varias veces al día. Su descendencia sigue aquí, nadando tranquilamente como si nada hubiera ocurrido. No se han dado cuenta de que mamá ha muerto. Estaban demasiado ocupados retándose unos a otros y persiguiéndose para un polvo rápido por la pecera.
Era la Nena, nuestra primera cría nacida en casa. Superviviente nata, hasta ayer.
Muchos otros se han ido, pero ninguno ha despertado tanta conmoción en nuestros corazones como la pérdida de nuestra Nena.
A veces se crean vínculos así de fuertes con otros seres, y su marcha, te destroza por dentro. Ya sea la muerte, o que simplemente va a por tabaco.
La ausencia es algo especial en una convivencia. Convivir con la no presencia del ser querido. No puedes tocarle pero está en casa, en su rincón entre los pinceles, tumbado en el sofá o en el baño. Está ahí, hablas con él, y en ocasiones te contesta. Vuelves a mirar y ves su sombra tejida a la funda del sofá.
Puntos cardinales son tu inteligencia, nuestra complicidad, la risa simultánea y los besos que siempre nos damos.
Así, compartiendo momentos, una manta en el sofá, un armario y un guacamole, pasamos juntos más tiempo del que creemos. A veces lo valoramos, y nos dormimos en un fuerte abrazo. Otras, cuando caes en la cuenta, uno de los dos sale por la puerta. Impregnado con el olor del otro, con su sabor en los labios y una sonrisa en la mente.
La Nena cayó ayer a las profundidades, y ahora te juro que la he visto, buscando comida detrás del tronco de madera, independiente, segura. Nene te estoy hablando, ¿me oyes?

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